El silencio puede ser tan placentero como la buena música; como la risa de un niño; como el rumor de la resaca marina. El silencio invita a la introspección y muchas veces nos seduce con éxito a escuchar nuestras voces internas; a bajar a ese manantial milenario de sabiduría donde residen la intuición y la fortuna.
Sin embargo, el silencio autoimpuesto es algo diferente y sus causas son variadas. Por ejemplo, puede que parta de una reacción instintiva por salvar el pellejo; puede que obedezca a razones místicas, y también puede que surja de la necesidad de ser diplomáticos con los demás.
Dicen que el silencio es de oro y la palabra es de plata. Estoy de acuerdo con este refrán, sólo hasta cierto punto. Habría que ver qué palabra o conjunto de palabras; su uso, o la intención que hay detrás de éstas. Habría que ver si las palabras son francamente inteligentes, o al menos inteligibles, que no es mucho pedir.
viernes, 20 de marzo de 2009
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